Chris Bobel
El Activismo de la salud menstrual , es un movimiento que empezó en Canadá y EEUU y que está enraizado en el movimiento por la salud de las mujeres de 1970 y 1980, el cual desafío la autoridad medica y empodero a las mujeres para tomar control de sus cuerpos y su salud.
A través del desarrollo de varios métodos de autoayuda, clínicas dirigidas por feministas y una plétora de recursos (Como el libro Nuestros Cuerpos, Nuestras Vidas publicado en 1970 por el BostonWomen’s Health Book Collective), las mujeres aprendieron a confiar en ellas mismas y en las otras para cuidar de su salud. Este movimiento que interrogo el status quo alrededor de cada aspecto de la experiencia corporal de una mujer, naturalmente llevo a algunas activistas a preguntarse como las mujeres manejaban sus ciclos menstruales.
Por ejemplo, tempranamente en el movimiento, Lorraine Rothman fue pionera de la extracción menstrual, primariamente como un método de auto-ayuda para abortar, pero algunas mujeres usaron su patentado aparato “Del Em” para acortar su periodo menstrual de días a horas. La extracción menstrual involucra extraer manualmente los contenidos del útero alrededor del tiempo del mes en que la mujer anticipa que le llegara la menstruación o hasta aproximadamente 8 semanas desde el primer día de su último periodo menstrual (Federation of Feminist Women’s Health Centers, 1991, 1995).
Pero el amanecer de la conciencia critica de los productos menstruales no ocurrio hasta mediados de los setentas. Delaney, Lupton, y Toth (1977) publicaron The Curse(La Maldición): A Cultural History of Menstruation, la cual dedica un capítulo complete a la industria de la “protección sanitaria”, cuestionando la biodegradabilidad de los productos desechables y desafiando la artificialidad de la publicidad.
Un año despues, Esther Rome y Emily Culpepper, miembras del Boston Women’s Health Book Collective (BWHBC) lanzaron lo que seria mas de una decada de activism sin precedents cuando escribieron un folleto titulado “Menstruacion,” que dedicaba una pagina al uso de productos incluyendo una discusión sonre la esponja y el diafragma como alternativas a los tempones y toallas tradicionales (Boston Women’s Health Book Collective, 1977).
Al mismo tiempo que BWHBC lanzo este folleto, the Society for Menstrual Cycle Research/La Sociedad por la Investigación del Ciclo Menstrual fue fundada. Estos eventos marcaron la legitimización del ciclo menstrual como un tema digno de investigación académica y creó un contexto activo y una red para miembros para promover la salud menstrual. En 1979, Jeanne Pavarti publico su ahora clásico Hygieia: A Woman’s Herbal. Además de promover una visión positiva de la menstruación como una fuente de orgullo y poder de las mujeres, el libro incluía un patrón parta hacer toallas menstruales caseras. Todavía, en ese tiempo, solo las más vanguardistas del movimiento de salud de las mujeres tomo nota acerca de los productos menstruales y sus alternativas hasta que apareció una crisis medica y el tema de la seguridad de los tampones tuvo atención pública.
La Crisis del Síndrome del Shock Toxico
El Síndrome del Shock Toxico (SST) es una enfermedad rara, pero potencialmente fatal causada por toxinas bacterianas, comúnmente estreptococos y estafilococos. SST ataco a muy pocas personas hasta que Procter & Gamble, un recien llegado al Mercado de la proteccion sanitaria, introdujo un tampon sintetico superabsorbente llamado Rely (Confianza). La epidemia de SST llego a sup unto culminante en 1980 con un total de 813 casos de SST relacionado a la menstruación, incluyendo 38 muertes (Food and Drug Administration [FDA], 1999). Para 1983, mas de 2.200 casos habian sido reportados a los centros de control de enfermedades, la mayoria involucraban mujeres menstruando. Bajo presión extrema de la FDA y para evitar publicidad nociva, P&G retiro “voluntariamente” Rely del Mercado y dejo de producir tampons hasta que compro Tambrands (fabricantes de Tampax ) en 1997.
La crisis de SST estimulo una ola de activismo dirigida a la seguridad de los tampones. Los fabricantes de tampones, para controlar daños dejaron de usar espuma de polyester — implicado en la producción de toxinas—en sus productos. En 1981, la periodista Nancy Friedman (1981) publico Everything You Must Know About Tampons. El libro discutio el vínculo entre los tampones y el SST y productos alternativos.
Tambien en 1981, Rome y Culpepper actualizaron su folleto “Menstruation” con un añadido titulado “Toxic Shock Syndrome: A 1981 Update,” un muy claro mensaje de extremo cuidado para consumidoras.
Paralelamente, en respuesta de demandas activistas durante la crisis de SST pero reticente a hacer un mandato la FDA requirió a la Association of Testing & Materials (ATSM) armar un grupo que consistió en fabricantes de tampones, consumidoras, la FDA, y otras partes interesadas a escribir un estándar para los tampones, privado y voluntario. Tres miembras del BWHBC, Judy Norsigian, Esther Rome, y Jill Wolhandler asistieron en representación de las consumidoras. Tristemente, el grupo ATSM se desbando después de tres años de virtual intransigencia (Rome & Wolhandler, 1992).
Aunque la FDA era reticente a exigir estándares de seguridad y desempeño, lanzo una regulación que requiere que las etiquetas de las cajas de tampones aconsejen a las mujeres usar el tampón menos absorbente que se adapte a sus necesidades. Esta regulación, 1982, alentó a compañías que voluntariamente ya habían impreso esa información en el exterior de sus cajas a ponerla en el interior de las cajas. Paralelamente, Nancy Reame, Profesora de enfermería e investigación en ciencia reproductiva de la Universidad de Michigan y miembra de SMCR, apareció en The Today Show con Jane Pauley para discutir la seguridad de los tampones. En el otoño de 1983, la FDA, independientemente de ATSM, logro un acuerdo con los fabricantes para poner el consejo de elegir los tampones menos absorbentes posibles en la parte externa del paquete. Este consejo, sin embargo, no tuvo mayor impacto porque no había un etiquetado uniforme en la industria. En respuesta, las activistas Rome, Wolhandler, Reame, y el grupo sin fines de lucro Public Citizen iniciaron una campaña para estandarizar los niveles de absorción. Esa batalla se gano en 1990.
En 1989, los microbiólogos Philip Tierno y Bruce Hanna publicaron los resultados de su investigación sobre los ingredientes del tampón y el vinculo con el Síndrome de Shock Toxico en la revista especializada Review of Infectious Diseases. Su investigación estableció una relación entre los materiales sintéticos superabsorbentes y la producción de las bacterias causantes de SST, le dieron legitimidad al miedo a los tampones, y ayudaron a crear y mantener un mercado para los productos alternativos en EEUU
En Gran Bretaña, 1989 fue un año decisivo. Un pequeño grupo de activistas ambientales feministas lideradas por Bernadette Vallely organizaron un bombardeo mediático nacional diseñado para indignar a las consumidoras y motivarlas a actuar. Vallely y otras activistas Josa Young y Allison Costello publicaron the Sanitary Protection Scandal, el cual inspiro al programa de televisión World in Action a sacar al aire un programa sobre los peligros de los productos de papel blanqueados con Gas Cloro. En solo 6 semanas, Todos los productores británicos mas grandes de productos sanitarios, excepto los fabricantes de tampones, prometieron eliminar el uso de gas cloro para procesos de blanqueo. En 1990, mientras escuchaba a Vallely, la fotógrafa de la naturaleza Liz Scott fue inspirada a exportar el éxito Británico a EEUU. Dos años mas tarde, Armstrong, junto a la abogada ambientalista together Adrienne Scott, publicaron Whitewash: Exposing the Health and Environmental Dangers of Women’s Sanitary Products an Disposable Diapers—What You Can Do about It.
Durante varios años, una ola vigorosa de actividad tuvo lugar. Varias compañías de productos menstruales alternativos fueron fundadas: Lunapads (1993), Ecologique (1994), Organic Essentials (1996), Instead (una copa menstrual reutilizable) (1996), y Goddess Moons (1997). Harry Finley abrio su “Museum of Menstruation” en su sotano en Maryland en 1994; el museo cuenta la historia de la industria y cuestiona la seguridad de los productos. En 1995, Penny Wheelwright yTheresa MacInnes lanzaron su documental independiente Underwraps: A Film About Going with the Flow (ha sido renombrado Menstruation: Breaking the Silence). El documental mostro a algunas miembras de lo que llamaron “the menstrual underground,” y trajo visibilidad a un movimiento muy poco conocido.
En los años siguientes, varios textos clave aparecieron y estimularon a mujeres jóvenes a continuar el trabajo que Rome y otras comenzaron a mediados de los setentas. En 1995, la escritora Karen Houppert, indignada por los costos crecientes de los tampones mientras que el numero de tampones por caja disminuía, escribió un articulo investigativo para el Village Voice titulado “Pulling the Plug on the Sanitary Protection Industry.” Fue ampliamente leído y muy controversial y en 1999crecio convirtiéndose en el libro The Curse (la maldición)—Menstruation: The Last Unmentionable Taboo. En 1998, la activista de la tercera ola del feminism publico Cunt(Choro): A Declaration of Independence, el cual desafío a sus lectoras (en su mayoría jóvenes feministas radicales) a repensar las maneras en que manejas su sangrado.
Muy pronto después del libro, la Coalición de Estudiantes por la Acción Ambiental, una organización de base, nacional y ambientalista fundaron su campaña “Por la Dioxina Fuera de los Tampones” en 1999, y la primera conferencia Anti -Tampon fue realizada en el año 2000 en James Madison University. Tambien el 2000 la poetisa/escritora Geneva Kachman y la cineaste Molly Strange establecieron el “Lunes Menstrual,” un “feriado” diseñadopara desafiar los tabues, la negatividad y el secretismo menstrual (ver www.moltx.org). Es en este contexto que las activistas de los productos menstruales contemporáneas articulan su llamado a las armas a “Ax Tampax!”/ “¡Destruir los Tampones!”.
Activismo Menstrual Contemporáneo
Preocupaciones
El activismo de productos menstruales de hoy en dia, a veces llamado “radical menstruation,” “menstrual anarchy,” “anti-tampon activism,” “alternative menstruation” y mi favorito “menarchy/menarquia” es definido aqui como varios intentos estratégicos para exponer los peligros de la “protección femenina” comercial hacia los cuerpos de las mujeres y el medio ambiente y la promoción de alternativas mas saludables y menos caras. Pero ¿Por qué? ¿Cuál es el problema con la “protección femenina” ¿En su forma actual? ¿Por qué algunas consumidoras satisfechas con las ganancias ya logradas en el área de la seguridad del tampón? En resumen, las activistas menstruales tienen 5 grandes preocupaciones/objeciones sobre/hacia la industria de la higiene femenina.
Primero, las activistas están preocupadas por los impactos en el medio ambiente y en la salud asociados con el proceso de blanqueado usado para hacer los productos “mas blancos que el blanco”. Los tampones vendidos en EEUU están hechos de algodón, rayón (hecho de fibras de celulosa derivadas de la pulpa de madera), o mezclas de rayón y algodón. Un proceso de blanqueado es usado para transformar la pulpa de madera en rayón. Hasta finales de los noventas, gas cloro era usado para blanquear la pulpa de madera, y este proceso producía niveles detectables de dioxina en tampones. La dioxina es parte de una clase grande de químicos llamados policlorodibenzofuranos (PCDF) y policlorodibenzodioxinas (PCDD). Son estables químicamente, poco biodegradables y muy solubles en las grasas, tendiendo a acumularse en suelos, sedimentos y tejidos orgánicos, pudiendo penetrar en la cadena alimentaria. Y han sido relacionados con cáncer, Síndrome de Shock Toxico, endometriosis, y defectos de nacimiento, junto a otros problemas de salud, además son acumulables en el tiempo. Estos muy tóxicos componentes son la fuente de mucha controversia. A fines de los noventas, las marcas más importantes de tampones empezaron a cambiar a métodos libres de cloro para blanquear sus productos (FDA, 1999).
Pero mientras la industria sostiene que el riesgo de la dioxina en sus productos es casi inexistente, incluso la FDA admite que el método, “elemental chorine-free,” “puede teóricamente generar dioxinas a un nivel extremadamente bajo, y las dioxinas son ocasionalmente detectadas en trazas en la pulpa de madera. En la práctica, sin embargo, este método es considerado libre de dioxina(FDA, 1999). Activistas, como las y los organizadorxs de la campaña a nivel nacional “Tampaction” (antes conocida como la campaña “Dioxin Out of Tampons” mencionada antes), cuestionan las afirmaciones de seguridad de la industria porque: las pruebas que han sido hechas han sido realizadas por los fabricantes de tampones, y ninguna prueba que se haya hecho puede probar que ningún tampón sea completamente libre de dioxina ¿Cuándo se trata de la parte más absorbente de tu cuerpo, para que correr riesgos?.
Segundo, las activistas menstruales contemporáneas cuestionan la seguridad de un material de tampones muy común, el rayón, que independientemente del proceso de blanqueado usado. Minúsculas cantidades de rayón pueden quedar en la vagina de la menstruadora cuando ella usa tampones, (especialmente después de uso prolongado), las activistas alegan, y esta pérdida de fibras ha sido relacionada con riesgos a la salud. Además, el rayón se ha vinculado a ulceración vaginal y peladura de la membrana mucosa, produciendo entonces un terreno fértil para la infección.
Tercero, la devastación ambiental que trae el uso de productos menstruales convencionales, no-biodegradables, y desechables. No solo la producción genera aguas contaminadas con desechos, sino que los aplicadores de tampones terminan en las playas y los tampones y toallas con sus envases rellenan vertederos, alcantarillas y plantas de tratamiento de agua. Las estimaciones varían, pero si una mujer usa 5 tampones al día por mes por 38 años, ella consume y desecha 11.400 ítems. Las activistas creen que esta cantidad de desechos es irresponsable e innecesaria.
Cuarto, el costo la menstruadora promedio gastara más de un millón de pesos durante su vida. Las activistas alientan a las mujeres a que eviten apoyar una industria que es potencialmente peligrosa para el cuerpo de la menstruadora y el medioambiente y que canalice sus recursos a otros lados.
La quinta y final es más abstracta, pero sin embargo potente. Las activistas resisten el uso de productos menstruales desechables comerciales porque en su opinión, están diseñados para obscurecer la realidad de la menstruación. Los productos are son promocionados para esconder el hecho de que las mujeres están sangrando al usar materiales que son enrollados, envueltos y tirados a la basura.
La menstruación es construida como un “problema” que necesita ser “resuelto.” Las exigencias de discreción, conveniencia, modestia, y limpieza, dicen las activistas, son promovidas por las industrias (si no creadas) y les cuestan a las mujeres su autoestima y una experiencia menstrual afirmativa y positiva.
Que bueno que alguien tradujo estooo!!!!! :D mil gracias
ResponderEliminarMuchas gracias, el artículo me ha resultado bien interesante (me guardo la foto de la mujer en éxtasis entre sus compresas, ¿conoceis la autoria?
ResponderEliminarMil gracias
Susana Moo
www.erotomana.es