He seguido por Facebook el tema del mall en Chiloé, mi
favorito fue cuando reemplazaron el feísimo edificio en una fotografía por el
castillo de Greyskull (recuerdan He Man??) y el gran comentario fue que era una
mejora. Posteriormente escuche las opiniones de una artista feminista que
recientemente se fue a vivir a Chiloé (precisamente el tipo de persona cuya
sensibilidad política y estética puede verse mas ofendida por todo este asunto)
y contaba que existía por allá una desvalorización de lo `propio´ que era bastante fuerte, que lxs chilotxs no
querían abrigarse con lanas, que la mención del tema incluso les ofendía, que
lxs chilotxs querían el mall.
Recuerdo, en ese sentido mi estadía de seis meses por las
Filipinas, que les adelanto fue un shock cultural en muchos sentidos, pero que con
la distancia de quien solo está de paso me permitió ver fenómenos que en
Chile para mi pasan desapercibidos,
recuerdo mi paso por los mega mall de Manila, recuerdo los artículos de lujo
que eran todas marcas occidentales importadas (desde zapatillas Converse, a carteras
Hermes en suntuosas tiendas), mientras que al lado de afuera se podían comprar
productos locales en la cuneta por un decimo del precio, lo triste es que esos
productos locales muchas veces eran imitaciones piratas de lo que una veía
dentro del mall. También me llamaron la atención las fotografías que llenaban
los mall, las cuales mostraban modelos rubios/as, pelirrojos/as y en fin tan
blancos/as como era posible, en ambientes suntuosos y claramente siendo
espontáneos/as y “ellas mismos”, haciendo cosas tan espontaneas como soltarse
el corbatín del smoking en una fiesta de alta sociedad o corriendo sonrientes
por Paris usando tacos imposibles, mirando esas fotos una no podía sino pensar
que se le estaba yendo el tren, mientras el resto salta extasiadx y sin sudar
en el estudio 54, una anda por ahí mirando como gato a la carnicería,
sintiéndose excluida de ese mundo fabuloso en el que al parecer todos menos una
y todxs quienes le rodean, viven.
El punto, es que cuando me entere del mall en Castro me dio
rabia, y me pregunte como diablos lxs chilotxs no eran capaces de apreciar su
patrimonio cultural, ahora me doy cuenta que les estaba poniendo
unilateralmente en situación de “mantenedores del patrimonio“ y estaba
indignada de porque no cumplían con su rol, sin preocuparme por un minuto por
lo que ellxs querían, y claro quieren el sueño del consumo, como todxs lxs
demás, y no les culpo.
El tema va mas allá del mal gusto y del patrimonio
arquitectónico, el tema es la colonización cultural, lo que viene de afuera
desde Europa o Norte América se ve como superior (y yo no estoy libre de esa
admiración boquiabierta por los
países desarrollados, yo creo que ese adjetivo lo dice todo: como si
hubieran países adultos y países que se rascan el cerebro por dentro), en ese
sentido las lanas se ven con disgusto, es lo que una se tiene que poner por
defecto por que no le alcanza para la chaqueta North Face, y lo que me preocupa
es que en el caso de las lanas pasamos de una economía autosustentable a las 12
cuotas en la tarjeta y me preocupa que les empobrezca.
Obviamente creo que hay que invertir y valorizar el
patrimonio, pero también creo que no es un tema sencillo y directo en términos
éticos y políticos, primero que nada porque el tema de lo tradicional es
espinudo para cualquiera que no se pueda meter tranquilamente en una maquina
del tiempo y como mujer antes de apretar el botón de encendido en la maquina
esa, debería pensarlo con cuidado.
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