martes, 29 de junio de 2010

Hay una crisis de salud pública -no es la gordura en el cuerpo, sino la gordura en la mente y la gordura de las ganancias.



Por Susie Orbach

LSE, Department of Sociology, Houghton Street, London WC2A 2AE, UK. E-mail: susieorbach@blueyonder.co.uk

Traducción Beatriz Sotomayor

Susie Orbach es una psicoterapeuta, psicoanalista, escritora y crítica social londinense. Hace 30 años Susie Orbach identifico la gordura como un asunto feminista, y se convirtió en la psicoterapeuta más famosa del Reino Unido cuando trato a Lady Di.

Vinculo a articulo original

Campos et al.1 persuasivamente rebate los reclamos de lo que Alicia Mundy2 llama ‘Obesity Inc’. Son aquellas industrias y medios de comunicación que las apoyan, que nos hacen creer que la Obesidad, con O mayúscula, es una epidemia de proporciones que está hundiendo los presupuestos de salud; que la obesidad y el sobrepeso indican una mortalidad acelerada; que la adiposidad por sobre la media es causa directa de enfermedades viles y peligrosas; y que la pérdida de peso a largo plazo es beneficioso y alcanzable.

La Guerra a la obesidad está claramente equivocada en términos científicos y estadísticos. Entonces la pregunta es ¿Por qué las ideas asociadas con esta son tan convincentes?, ¿Por qué creemos que la obesidad y el sobrepeso son malos para nosotrxs?, ¿Cómo esas dos palabras, grasa y sobrepeso, han tomado todo el peso de la indignación moral?, ¿Cómo la grasa y el sobrepeso han llegado a ser demonizadas?, ¿Cuáles son las consecuencias más escondidas y menos reconocidas de este sistema de creencias, incluyendo el daño psicológico a millones-algunxs de lxs cuales son gordos o con sobrepeso y algunxs de lxs son de peso “normal” y decididamente delgadxs, pero que creen de todos modos que están demasiado gordxs?. Y, brevemente, que se puede hacer para re-orientar esta asi llamada crisis de salud pública a un área en la cual pueda hacer algún bien en vez de incrementar el daño?.

¿Como se ha demonizado la gordura?


Campos et al. apuntan a algunxs interesadxs en hacer dinero de la creencia de que hay una crisis de obesidad. Son las compañías farmacéuticas que buscan su próxima gran droga, las compañías de dietas, y todas aquellas compañías que le endilgan sus mercancías a un publico preparado para creer que sin vigilancia constante se deslizaran a la obesidad. Estxs jugadorxs y sus sirvientes en los medios han creado un tipo de manto de inseguridad que ha llegado a infectar nuestra relación con nuestro cuerpo, con nuestra alimentación, y con nuestros apetitos.

A menudo no se reconocen esas industrias-de la moda, cosmetic y los medios- cuyos sueños y cuyos productos han construido nociones particularmente estrechas del tipo de cuerpos en y desde los cuales debemos vivir. A propósito o sin quererlo estas industrias del estilo demonizan la grasa y “el sobrepeso” (una categoría que debemos cuestionar en si misma sobre ¿que?). Promocionan el cuerpo delgado como el único tipo de cuerpo a tener y esto tiene un impacto devastador en las vidas de niñas y mujeres, llevándolas a interrumpir sus apetitos para conseguir los cuerpos proyectados y promovidos por estas industrias.

La exportación del odio al cuerpo

Las industrias del estilo aman representarse a si mismas solo como un poco de diversión que la gente puede tomar o dejar. Esto es falso. El dinero que estas industrias gastan en posicionar sus mercancías como rutas esenciales para alcanzar la deseabilidad y el glamour demuestra su deseo de cautivar mayores audiencias para sus productos “imprescindibles”. Sabemos inequívocamente que el resultado de su promoción de la delgadez es tener serios impactos psicológicos y físicos en mujeres y niñas. Consideren por un momento uno de los aspectos escondidos de la cultura global: la exportación de la inseguridad corporal y el odio al cuerpo por todo el mundo. En 1995 la TV, con programas estadounidenses fue introducida a Fiji, un país en el que no se conocían los problemas de alimentación y de imagen corporal. Tres años después el 11.9% de las niñas adolescentes Fijianas fueron diagnosticadas como bulímicas. Anne Becker3 identifica este fenómeno como un “avance” hacia la modernidad percibida y movilidad vertical por parte de estas muchachas. Para ser parte de la aldea global, las niñas creen que necesitan un cuerpo que se aproximen a lo que ven en sus TV y carteleras. Necesitan ser flacas. En Japón, las mujeres jóvenes, tan flacas como se puede ser, creen ser demasiado gordas. Al entrar china a la modernidad, una operación que rompe huesos de las piernas y pone implantes que alargan 5 cm la estatura, ahora está en oferta y es demandada. En Irán detrás de la hijab, 35.000 operaciones de nariz se realizan cada año. El cuerpo ágil y alargado ha llegado a ser deseado por las mujeres de todo el mundo. Su inclusión en la cultura global depende de si adoptan el cuerpo conformista.

La cultura visual ha perturbado la relación de mujeres y niñas con sus propios cuerpos. Ellas cada vez más están imposibilitadas a sentir sus cuerpos desde adentro. En vez ellas confían en lo que ven en el espejo para tener una sensación de sus propios cuerpos. Trágicamente, para la mayoría de las niñas y las mujeres, cuales sean sus medidas reales y si se conforman o no a la estética actual, lo que ven en el espejo no las complace. Ellas se ven y experiencian como demasiado gordas. Son gordas en su cabeza.

La perturbación del comer

La gordura en la mente de lxs individuxs lleva a intentar manipular sus apetitos y a ver la comida y el comer de maneras complejas, que raramente se relacionan a la satisfacción del hambre 4,5. Las personas sienten que están comiendo demasiado, hacen dieta, limitan su nutrición a menudo por debajo de lo que sus cuerpos requieren, cuando esto ocurre por más de una semana más o menos, los mecanismos biológicos que alientan a los individuos a comer más empiezan a funcionar, entonces las personas interpretan esos signos como un fallo a manejar su apetito. Empiezan a comer un poco más y aun así se sienten voraces, fuera de control o engullendo a dos manos cuando de hecho su apetito simplemente se está poniendo al día y llenando las reservas del cuerpo.

En una cultura fóbica a la comida y a la grasa, esta puede ser una experiencia muy perturbadora. La persona siente que su necesidad de perder peso ha sido obstaculizada y que ella es golosa. El comer o no llega a investirse con muchos significados simbólicos que no solo toman un tono moral sino que conllevan estados psicológicos dolorosos. Un ciclo sigue en el cual mientras más intente la persona controlar su apetito y deseo por comida, mas involucrada estará en comer menos o comer alimentos menos calóricos, mas preocupada estará con comida y como manejarla y ella leera en sus conductas alimentarias, una evidencia de sus capacidades psicológicas.4 Ella no sabe que su cuerpo tiene un nivel predeterminado6 que regula su metabolismo por lo tanto cuando ella ocasionalmente come menos su metabolismo se pone mas lento para conservar sus reservas y cuando come demasiado como en navidad, su metabolismo se pone mas rápido. De hecho porque ahora ella continuamente interfiere con su apetito y su alimentación, los mecanismos que regulan su metabolismo para mantener su cuerpo a un nivel predeterminado se dañan.

La reproducción del comer perturbado/problematico

El daño psicológico y fisiológico son parte de la historia. Pero lo que no hemos tomado en cuenta es que los últimos 35 años de estética de la delgadez que ha enganchado a más y más gente a significado el traspaso involuntario de patrones de alimentación perturbados a la generación siguiente junto a la leche materna.

Sin proponérselo, las madres que están incomodas con su propia alimentación y apetitos, quienes se preocupan de estar demasiado gordas cuando a menudo están en un peso perfectamente normal, pueden llegar a la maternidad con ansiedades considerables que permean el ambiente de nutrición temprana de sus hijxs. En un desarrollo cultural reciente, quienes eligen tener cesáreas a las 36 semanas en la no muy correcta creencia de que esto proveerá un retorno mas rápido a la figura pre-preñez. Esta fantasía de que se puede engañar al cuerpo post-parto y los procesos biológicos de la preñez y el post-parto se pueden dispensar es una consecuencia de la convincente narrativa cultural de que la grasa es mala y que corresponde a la mujer en cualquier etapa de su vida el manejar/controlar cu cuerpo, su apetito y su talla. Estas creencias perturban apectos del maternaje temprano haciendo de esta una relación que sin quererlo se convierte en un espacio de crecimiento para la inseguridad corporal y dificultades alimenticias potenciales.

La vigilancia de las madres hacia su propia alimentación y su deseo de inocular a su hijx contra las dificultades que ella pueda experimentar, rebota cruelmente. La inoculación, la cual involucra rigidez alrededor de la comida y la alimentación, pueden prevenir que el bebe en desarrollo descubra su propia experiencia de saciedad. La comida es algo muy personal. La satisfacción y el deleite en distintos sabores y texturas es parte de nuestro idioma individual. Por supuesto cada madre tiene que introducir a su hijx en como comer y tiene que encontrar maneras sensibles de responder a las señales de la guagua sobre el deseo y la satisfacción. Pero si la madre esta ella misma profundamente preocupada sobre el controlar su propia alimentación y en hacer que la alimentación de la guagua no sea un problema, el choque de valores será percibido por la guagua quien entonces investirá las experiencias de alimentación y comida con significados que reflejaran esta confusión y conflicto. Cuando el niño empieza a tener mas independencia, estos conflictos y el manejo personal que el niño hace de estos, puede inclinar al niño a usar su comida psicológicamente en vez de cómo una respuesta biológica. Entonces el comportamiento alimentario de la siguiente generación es inestable y susceptible de la misma manipulación por parte de las misma industrias que desestabilizaron la alimentación de la madre.

Conclusión

Detrás de la llamada crisis de la obesidad hay una emergencia de salud pública muy seria. El comer hoy es un problema real para muchxs porque está infectada con culpa, confusión, remordimiento y angustia. El tomar en cuenta estos temas debería ser lo que conduzca la agenda de salud pública para que estas industrias, que operan como una fuerza negativa en la auto-experiencia de niñas y mujeres y crecientemente en niños y hombres, sean reguladas y clausuradas. La política de salud pública al presente esta capturada por la narrativa de la crisis de obesidad y arriesga el ser parte del problema más que parte de la solución. Arriesga el demonizar ciertas comidas y ciertas tallas y a menos que se reanalice con cuidado empeorara peligrosamente los problemas alimentarios aparentes y ocultos que acosan a la población.


Referencias
1 Campos JD, Saguy A, Ernsberger P, Oliver E, Gaesser G. The epidemiology of overweight and obesity: public health crisis or moral panic? Int J Epidemiol 2006;35:55–60.
[Free Full Text]

2 Mundy A. Dispensing with the Truth: The Victims, the Drug Companies, and the Dramatic Story Behind the Battle Over Fen-Phen. New York: St Martin's Press, 2002.

3 Becker AE. Television, disordered eating and young women in Fiji: negotiating body image and identity during rapid social change. Cult Med Psychiatry 2003;28:533–59.[CrossRef]

4 Orbach S. Fat is a Feminist Issue. London and New York: Paddington Press, 1978.

5 Orbach S. On Eating. London: Penguin Press, 2002.

6 Leibel RL, Rosenbaum M, Hirsch J. Changes in energy expenditure resulting from altered body weight N Engl J Med 1995;332:621–28.[Abstract/Free Full Text]

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