En un año electoral como este, nos encontraremos con candidatos/as que dicen respetar nuestra cultura, como también reconocer la llamada deuda histórica a los pueblos originarios, en particular al Pueblo Mapuche.
No sólo desde la existencia del Estado chileno el Pueblo Mapuche ha decido luchar por el respeto a sus derechos como un pueblo libre y autónomo. Esta lucha se acarrea desde la llegada de los colonizadores españoles al Wallmapu, pero se ha intensificado y se ha hecho más cruenta desde la existencia del Estado chileno, pues ha sido éste el que nunca ha reconocido nuestra existencia como un pueblo distinto, con territorio propio, y ha implementado una serie de herramientas para exterminar nuestro rakizuam (pensamiento) mapuche y con ello todo atisbo de resistencia.
Las demandas del Pueblo Mapuche no son más que demandas por justicia, libre determinación y autonomía, derechos que todo pueblo en el mundo ejerce libremente, pero que con la existencia del estado-nación, se les ha negado a otros pueblos a quienes se les ha sometido y se les ha despojado de su riquezas naturales y territorios, provocando así el extermino no sólo de la cultura, sino también de sus integrantes.
En el caso de nuestro Pueblo Mapuche, la lógica no ha sido distinta. A modo de ejemplo, podemos señalar que el Estado chileno ha emprendido guerras de dominación sobre nosotros como la llamada pacificación de la Araucanía. También se ha preocupado de cercenar la cultura mapuche, terminar con el aprendizaje y utilización del mapudungun y con la sabiduría ancestral mapuche mediante la educación y la inserción de las escuelas formales en el territorio mapuche o Wallmapu.
Ante este escenario tan desfavorable para nosotros como pueblo, en el que no existe la voluntad política de diálogo y solución de los conflictos, y el irrestricto apoyo a la política del gatillo fácil; la decisión adoptada no ha sido otra que luchar por la recuperación y ejercicio de los derechos que nos han arrebatado. El único método de supervivencia, ante el continuo genocidio del Estado chileno, ha sido la movilización. Es esta la que nos ha devuelto la dignidad como pueblo y nos ha permitido ejercer -de cierta forma- parte de estos derechos arrebatados, y por supuesto que también, nos ha permitido reconstruir el tejido social mapuche, desde una perspectiva política, social y cultural.
En un año electoral como este, nos encontraremos con candidatos/as que dicen respetar nuestra cultura, como también reconocer la llamada deuda histórica a los pueblos originarios, en particular al Pueblo Mapuche. Muchos hablaran del multiculturalismo, de la educación intercultural bilingüe, de la integración de los indígenas a la sociedad chilena y del repudio a la discriminación en razón del llamado origen étnico. Ese discurso multiculturalista no es más que una política creada y pensada por el capitalismo ante la fuerte movilización de los indígenas del mundo, en la que han preferido ceder y reconocer las diversas manifestaciones culturales; pero cuando los pueblos sometidos hablamos de reconocimiento y ejercicio de derechos políticos, el multiculturalismo se agota y no es más que otra política destinada a mermar la lucha reivindicativa de derechos. Una verdadera vía para solucionar los conflictos existentes no parte por la imposición de un diálogo con los contenidos y limites ya definidos por una de las partes.
Otro método que se ha implementado para frenar la movilización mapuche, es fomentar nuestra participación en la vía electoral, haciéndonos creer que ésta nos permitirá una verdadera participación política e incidencia efectiva en la toma de decisiones. Creemos que esta vía no es la correcta y mucho menos la efectiva que nos permitirá ejercer libremente nuestros derechos individuales y colectivos de carácter político, económicos, sociales y culturales; pues en la actualidad significa trabajar dentro de la institucionalidad del Estado, la misma que se despliega sin problemas para reprimir nuestras justas y legítimas demandas. Por otro lado, ser parte de aquellas autoridades que hoy crean las leyes en Chile, significa entrar al juego de la legitimación recíproca entre Estado y Derecho, pues reconocemos que las leyes, y el derecho en general, se crean con el objeto de legitimar la existencia del Estado, justificando que el Estado de Chile es un Estado de derecho y que la ley se aplica de igual forma a todos; cuando en la práctica, la leyes son creadas para proteger los intereses de los grandes monopolios económicos y avalar la acumulación de capital, tanto de chilenos como de extranjeros, los que día a día depredan nuestro territorio ancestral.
En el ámbito de las demandas planteadas por el Movimiento Mapuche, las que se creen como necesarias y básicas para empezar a generar un dialogo equitativo entre el Estado chileno y el pueblo mapuche son la libertad inmediata de los Presos Políticos Mapuche, pues si se encarcela a un mapuche, se encarcela a todo un pueblo, criminalizando la protesta social mapuche, rebajándola a la simple delincuencia, y más grave aún, estigmatizándola con el calificativo del terrorismo.
En segundo lugar, está la restitución del Territorio Mapuche o Wallmapu. Los Mapuche, por definición estamos tan arraigados a la tierra, que no se condice nuestra existencia sin un territorio en el cual desarrollarnos y ejercer nuestra cultura. El negarnos el derecho al territorio significa negarnos el derecho a existir. Como mapuche ya decidimos negarnos a dejar de existir y la lucha mapuche se enfoca principalmente en permitir que las futuras generaciones tengan el espacio territorial en el cual vivir dignamente.
En tercer lugar, exigimos la desmilitarización de Wallmapu. Hablamos de militarización por el hecho de encontrase un gran número de contingente policial apostado diariamente tanto al interior como fuera de las comunidades, ejerciendo una represión que implica, no sólo los controles para el ingreso a las comunidades, sino también el hostigamiento a todo mapuche, desde niños a ancianos; la persecución y trabajo de inteligencia ejercida en nuestro territorio hace que la vida al interior de las comunidades deje de ser digna, pues constantemente se vulneran los derechos humanos de nuestro pueblo. El nivel y número de agentes policiales nos hace hablar hoy de militarización, pues se trata de una policía que realiza un trabajo militar en zona mapuche, constituyéndose como verdaderas fuerzas de ocupación en nuestro territorio.
En cuarto lugar exigimos juicio y castigo a los asesinos de nuestros Weichafe. La política del gatillo fácil ha cobrado la vida de un sinnúmero de mapuche, tanto en la dictadura como en democracia, pero han sido en este último período -en el que supuestamente se respetan los derechos humanos- que las fuerza represivas del Estado han tenido todo el apoyo de sus superiores a la hora de exterminar a nuestros Weichafe, disparándoles por la espalda, asesinándolos crudamente y sin tener castigo alguno por ello; al contrario, se les protege y se les asciende dentro de su institución, lo que en la práctica significa premiar a quien asesine a un mapuche.
En general, las legítimas y justas demandas del pueblo mapuche dicen relación con el derecho a ejercer libre y autónomamente nuestros derechos políticos, territoriales, económicos, sociales y culturales. Las ya mencionadas, son más a bien a modo de ejemplo, pues se han exigido con más fuerza en el último tiempo, ya sea por los mismos presos políticos mapuche o por las movilizaciones de las comunidades en resistencia.
Conjuntamente con estas demandas, que se alzan como bandera de lucha del pueblo mapuche, existen prácticas autonómicas a pesar de la opresión en la que nos encontramos. Las comunidades en resistencia han sabido conjugar el ejercicio de la autonomía frente al alto nivel de represión existente en sus territorios. Podemos señalar que en la actualidad existen diversas comunidades que llevan adelante procesos de recuperación territorial, pues ante la nula respuesta del Estado frente a la demanda territorial, han decidido ejercer simplemente su derecho al territorio, recuperando aquellas tierras que históricamente han pertenecido a las comunidades mapuche. La característica principal de la recuperación territorial es que se trata de una recuperación productiva, pues si se recupera el territorio usurpado es para trabajar la tierra y generar los recursos necesarios para llevar una vida digna y salir de la línea de la pobreza en la que se encuentran las comunidades mapuche, pobreza generada por la usurpación del territorio y recursos naturales por parte de latifundistas chilenos y extranjeros, empresas forestales y diversas transnacionales como hidroeléctricas y mineras, todos apoyados por el estado chileno.
Conjuntamente a lo anterior, otro ejercicio efectivo de nuestra autonomía es el control territorial que comunidades mapuche hoy realizan en sus territorios. Esta práctica autonómica dice relación con que la propia comunidad -como ente resolutivo colectivo- sea capaz de decidir sobre lo que se hace o no en el mismo territorio. Con esto se hace efectivo el ejercicio, a pequeña escala, del derecho a la libre determinación.
A modo de ejemplo podemos señalar que el día 14 de abril se realizó un palin (deporte ancestral mapuche) en la comunidad Wente Winkul Mapu, en el fundo Chiwaywe, que actualmente se encuentra en proceso de recuperación, el cual se hizo conjuntamente con la comunidad Rayen Mapu, también perteneciente al Lof Chekenco. Ambas comunidades se encuentran en proceso de recuperación territorial en el mismo sector y el palin tuvo por objeto dejar en claro que ambas comunidades seguirían en sus procesos de recuperación y resistencia, respetándose el proceso de cada una y apoyándose mutuamente. Además de dejar en claro al Estado, que las políticas de división de las comunidades ejercidas por ellos, mediante el dinero y las políticas asistencialistas de la CONADI, en ese sector no tuvieron acogida. Las comunidades dieron un claro ejemplo de cómo echar por la borda este tipo de artimañas creadas para desmovilizar la protesta social mapuche.
Por ultimo, señalar que con este tipo de prácticas autonómicas se está generando una nueva forma de hacer política mapuche, de actuar transparentemente conforme a nuestra sabiduría ancestral, de trabajar en forma autónoma y autogestionada; prácticas y saberes que se están traspasando a nuestros pichikeche (niños y niñas), quienes son el futuro de nuestro pueblo y más temprano que tarde serán las nuevas fuerzas que empujarán las demandas de libre determinación y autonomía, conjuntamente con exigir el respeto a los derechos del pueblo mapuche.
En el largo camino que queda por recorrer, es fundamental la solidaridad entre los pueblos oprimidos, quienes tenemos el mismo enemigo, el capitalismo. Enemigo muy fuerte, que para poder derribar será necesario aunar fuerzas, reconstruir el tejido social, tanto chileno como mapuche. En esa reconstrucción, son fundamentales los espacios de discusión, análisis y movilización, en el plano del respeto, pues sólo con ello podremos generar la confianza necesaria para lograr la unidad que nos hará aún más fuertes.
Como organización mapuche urbana, que realiza trabajo de base, sabemos de la importancia entre el nexo entre el trabajo del campo –comunidades mapuche- y la ciudad, pues entendemos que donde estemos, luchamos como un solo pueblo; pero además, entendemos que la solidaridad entre pueblo mapuche y chileno es importante a lo hora de frenar los abusos y exigir el respeto a nuestros derechos arrebatados por el capital y el Estado opresor.
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