HOMBRES Y VIOLENCIA DE GÉNERO
MÁS ALLÁ DE LOS MALTRATADORES
Y DE LOS FACTORES DE RIESGO
Luis Bonino
Los Aliados
Hombres «que nadan contracorriente», más allá de la no violencia
¿Qué podemos aprender de los hombres que no ejercen violencia y que son igualitarios que pueda servir a quienes diseñan programas de prevención para persuadir a quienes no lo son para que lo sigan siendo y a quienes son violentos o desigualitarios que cambien?
Hemos denominado a este grupo «los hombres que nadan contracorriente » (Montoya, 1998), aludiendo a su camino vital en contra o distanciándose de los modelos hegemónicos de masculinidad que promueven la creencia en la superioridad masculina sobre las mujeres y el uso eventual de la violencia controladora contra ellas para ponerlas en «su lugar» (el asignado por el orden de género).
Los hombres antisexistas, no machistas e igualitarios.
Algunas investigaciones, sobre todo en el ámbito europeo y anglosajón (Weltzer Lang, 1992; Christian, 1994 Montoya, 1998, Deven, 1998; McMahon, 1999 Castelain Meunier, 2005) se han enfocado a analizar las características de los hombres llamados profeministas, antisexistas, no machistas o igualitarios, aquellos que según algunos estudios no sobrepasan el 5% del colectivo masculino, pero que pueden estar demostrando la aparición de modelos emergentes que podrían consolidarse en el futuro.
Estos estudios, así como los realizados sobre hombres no violentos (pero no necesariamente igualitarios), también ponen de manifiesto la existencia de algunos factores comunes en estos hombres que declaran ser antisexistas e igualitarios— algunos desde jóvenes y otros a partir de ir rompiendo con su machismo—: características, formas de pensar, y experiencias de vida que ayudan a explicar por qué practican la igualdad de género y el no sexismo, considerando realmente a las mujeres como sujetos de iguales derechos con quienes se puede/se debe compartir las responsabilidades domésticas, el trabajo y el poder.
Las investigaciones consultadas nos indican que estos hombres tienen algunas semejanzas en el devenir de su ciclo vital. Ellos tienen en común haber pasado o estar pasando por algunas o muchas de las siguientes experiencias.
– Experiencias en la infancia y adolescencia alejadas o en colisión con las expectativas tradicionales sobre los géneros,
• Pareja parental no tradicional y libre de violencia
• Buena relación con madre autónoma que trabaja en el ámbito público
• Padre afectuoso y cercano, o rebeldía ante padre autoritario sometedor de su pareja
• Hermanos mayores, tíos o vecinos cercanos afectivamente cuidadores
• Falta o dificultad precoz de identificación con los aspectos agresivos del rol masculino tradicional
• Escolaridad mixta y amistades femeninas habituales
• Experiencias adversas —exclusión, segregación, minusvaloración, ataques a su masculinidad— siendo víctima
de actitudes dominantes de otros varones (parientes, vecinos y educadores)
• Solidaridad con mujeres víctimas de género (Hermanas, vecinas, compañeras) y admiración por mujeres autónomas.
– Experiencias adultas de afirmación personal
• Rechazo adulto a un padre autoritario o a autoritarismos sociales
• «Ser todo un hombre» no aparece como un ideal de vida importante, con aceptación poco conflictiva de ser un «desviado» de la norma de la cultura masculina
• Experiencias en trabajos convencionalmente «no masculinos» y en grupos de desarrollo personal
• Cercanía de varones no tradicionales con influencia
• Sensibilidad ante las injusticias de diverso tipo
• Acercamiento intelectual precoz al feminismo
• Esfuerzo explícito en no ser autoritario ni machista
• Alejamiento o limitación de encuentros con grupos de hombres machistas
• Relaciones afectivas importantes —presentes o pasadas— con mujeres feministas activas y/o autolegitimadas como sujeta de derechos.
Un hallazgo importante en estos estudios es que, entre estas experiencias, única compartida por la casi totalidad de los hombres estudiados, es la de haber estado relacionado —en muchos casos afectivamente— con mujeres conscientes y defensoras de sus derechos en algún momento de su vida, las que marcaron sus vidas. La otra experiencia compartida mayoritariamente, es la de haberse rebelado profundamente contra padre autoritario. Por otra parte, muchos de estos hombres tomaron decisiones de cambios personales en relación a redefinir su masculinidad hacia la igualdad, en momentos de transición vital, ocupando la formación de pareja y la paternidad un lugar predominante.
También muchos de ellos tuvieron que superar el enjuiciamiento negativo de su modo igualitario de actuar por parte de otros hombres e incluso por parte de la propia pareja quien tenía contradicciones frente a un hombre «no macho».
Las investigaciones confirman que, al igual que el colectivo masculino en general, la mayoría de hombres que evolucionaron hacia la igualdad de género lo hicieron bajo la presión de la demanda de las mujeres (individuales o como colectivo) y de los cambios de situación que esa demanda provocó.
También remarcan que quizás sería más adecuado hablar de hombres en transición hacia la igualdad, dado que casi ninguno de ellos desarrolla sus prácticas igualitarias libre del machismo internalizado, ni sin dudas, retrocesos o contradicciones.
Otro aspecto considerado en los estudios revisados es la existencia de al menos dos generaciones de hombres igualitarios, la segunda de las cuales ya creció —al menos en los países europeos, en un clima sociopolítico donde el discurso de la igualdad, los nuevos discursos sobre la pareja y la parentalidad, y la presencia femenina en lo público ya se iban imponiendo con fuerza y legitimidad.
Esta generación está más alejada de los modelos machistas tradicionales que la primera, aunque su práctica igualitaria sigue siendo deficitaria, y con un componente muy ambivalente hacia las mujeres, quizás más que en la generación anterior, donde ellas aun no eran vistas como competencia en el mundo público y amenaza a los lugares de poder masculino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario